Un año más, en el Día Mundial de los Océanos, desde el Área de Medio Ambiente de Izquierda Unida deseamos hacer una serie de reflexiones sobre la situación de los mares y su conservación para preservar la biodiversidad marina.
Como recordó la ONU en una campaña, “las corrientes están cambiando”, para dar a conocer las maravillas de nuestros océanos, estos el producen al menos el 50% del oxígeno del planeta, albergan la mayor parte de la biodiversidad de la tierra y constituyen la principal fuente de proteínas para más de mil millones de personas en todo el mundo.
Sin embargo y pese al papel crucial que cumplen en nuestro propio bienestar, su situación es de extrema vulnerabilidad: el 90% de las grandes especies marítimas de peces se encuentran mermadas y el 50% de los arrecifes de coral destruidos.
Siguen siendo recurrentes las imágenes de islas de plástico o playas y ríos abarrotados de estos materiales. Que un plástico caído al mar en la península pueda llegar al mar del Norte, al círculo polar y luego bajar en camino inverso al polo sur siguiendo las corrientes marinas, nos tiene que hacer entender que todo lo que hacemos en nuestro día a día puede afectar a la totalidad de los océanos; todo lo que hacemos en tierra tiene consecuencias en los mares.
La comunidad científica ya ha demostrado que la subida de las temperaturas en tierra por el cambio climático afecta a las corrientes marinas, cambiando sus cursos e incluso pudiendo llegar a invertirlas, produciendo un desastre ambiental sin precedentes. A esto hay que sumar recientes estudios que demuestran la brusca e inesperada subida de las temperaturas de los océanos que se ha registrado recientemente. Situación que puede verse agravada con fenómenos climáticos cíclicos como el “niño” que exacerbaría las condiciones extremas generales del clima en un momento dado. Esto ha hecho saltar las alarmas y ha inquietado a los científicos, ya que no solo es muy alarmante los nuevos récords de temperatura si no también la rapidez con la que este calentamiento se ha producido.
Los océanos están realizando una función de sumideros donde se atrapa el 30% del dióxido de carbono de la atmósfera y entre el 80 y el 90% del calor que es producido por los gases de efecto invernadero, esto si bien alivia los calores extremos en tierra firme es un serio problema para la biodiversidad, al cambiar las condiciones ambientales de sus ecosistemas.
Se calcula que solo el 1% del calor producido por el calentamiento global permanece en la atmósfera, la mayor parte de este ha sido absorbido por los océanos, este calentamiento se está produciendo un 24% más rápidamente que apenas unas décadas atrás.
Es la parte superior del océano, los primeros 700 metros la que se ha visto más afectada por este aumento térmico, pero el fondo marino ha sido el encargado de adsorber la otra tercera parte de este calor, pero es la parte superior los primeros 75 metros la parte que más rápido incrementa su temperatura, esto hace hablar a una parte importante de los científicos de “olas de calor marinas”, algo que ya estamos sufriendo en la superficie del planeta (hay un 50% más de olas de calor registradas ), pero que hemos ignorado que también se produce en nuestros océanos.
Esta subida de las temperaturas es de vital importancia ya que la mayoría de los seres vivos marinos, desde el más pequeño pero esencial plancton, al resto de peces y seres vivos habita en la franja superior que recibe un mayor impacto térmico, y muchas de estas especies son extremadamente sensibles a los cambios térmicos, más aun cuando estos se producen de una forma tan brusca.
Y si bien el problema es global, es fundamental que toda la sociedad, tanto la administración como la ciudadanía, interioricemos que las acciones locales son imprescindibles en la solución; sin olvidar, por otra parte, que cualquier agresión en nuestros mares afecta a los océanos de todo el planeta y a su biodiversidad.
En el litoral el cambio climático representa una amenaza importante: el ascenso del nivel del mar, los eventos extremos o los cambios en la temperatura del agua, así como la sobreocupación de la costa va llevar a las zonas costera a una situación extrema en la que, no solo dejará expuestas a comunidades enteras, sino que pondrá en riesgo al sector turístico que puede verse seriamente afectado y, con él, el futuro de muchas familias que viven de él.
Depositar correctamente un residuo es una actitud de concienciación y responsabilidad personal, pero velar porque se haga de una forma adecuada, es responsabilidad de la administración, a través de campañas, normativas, actuaciones y decisiones políticas.
Los grupos ecologistas siguen recordándonos que el Océano empieza en los sumideros de nuestras ciudades, esto no es un mero eslogan, es una realidad. Una realidad que pasa por una mayor concienciación en lo personal, pero también en que las leyes se dicten para que no se pueda comercializar nada que no pueda y deba ser reciclado o reutilizado, además de mejorar los procesos de depuración de aguas para minimizar los residuos que llegan a nuestros ríos y por tanto a nuestros mares.
Asimismo, estamos en una situación dramática en cuanto a los ecosistemas y, por ende, a las especies que los componen. Por tanto, la pérdida de biodiversidad es otra de las máximas preocupaciones contempladas en las dinámicas biológicas de la alta mar. Entre las causas encontramos la sobreexplotación pesquera, la pesca incontrolada e ilegal, la proliferación de especies invasoras, las consecuencias del intenso tráfico marítimo (vertidos incontrolados, ruido submarino antropogénico), la actividad minera (explotación de hidrocarburos y explotación de minerales esencialmente) y el propio calentamiento global. En el medio marino, estos impactos sobre la biodiversidad y los ecosistemas, así como en la pesca y acuicultura, estriban fundamentalmente en al aumento de temperatura, la acidificación y la pérdida de oxígeno. Cambios en la distribución y abundancia de especies de flora y fauna marina o el establecimiento de especies invasoras nos lleva a una situación crítica también en el sector pesquero.
Una forma de proteger el medio marino y los océanos es a través de la protección marítima del litoral. Una tarea en la que aún tenemos mucho por hacer ya que, a pesar de tener 7.661 km. de costa, las áreas costeras protegidas se limitan a 54, de las que tan sólo un 15% cuenta con planes de gestión y más del 80% de las mismas carece de recursos suficientes para cumplir los objetivos básicos de conservación. Eso supone entre un 10% y un 13% de conservación. Además, un 10% de estos espacios deben estarlo bajo una figura de protección integral, sin actividad ni impacto humano, pero en el Estado este tipo de áreas solo suponen un 0,2% de la superficie marina protegida.
Esta situación nos sitúa lejos del objetivo planteado por el Tratado Global de los Océanos impulsado por la ONU y que recientemente, después de casi 20 años de negociaciones, ha conseguido ser acordado por todos los países. Este acuerdo recoge el objetivo 30×30 de protección del 30% de los océanos para 2030, acordado en la COP15 de Biodiversidad y sin la que no hubiera sido posible llegar al Tratado. También recoge la necesidad de salvaguardar los recursos genéticos, clave para la buena evolución de las especies que viven en los entornos acuáticos y, en general, para la buena salud de los ecosistemas y permitir la adaptación a las condiciones cambiantes debido a los impactos del cambio climático. El texto tendrá que ser ratificado, firmado y puesto en marcha por los países y será necesario el concurso de todos los actores para garantizar la suficiencia de los instrumentos de control y verificación de los objetivos marcados.
Desde Izquierda Unida reclamamos una acción valiente por parte de las administraciones para alcanzar el objetivo de Océanos Vivos y, entre otras cuestiones y de manera urgente, reclamamos:
1. La ratificación y firma por parte de España del Tratado Global de los Océanos.
2. Moratoria cautelar sobre la explotación minera de los fondos marinos, prohibiendo de inmediato toda nueva exploración y producción de petróleo y gas en alta mar.
3. Acordar procedimientos de evaluación de impacto ambiental (EIA) eficaces que afronten de manera convencida el problema de la contaminación transfronteriza originada por las actividades humanas.
4. Abordar el establecimiento efectivo de mecanismos legales para compartir los beneficios de los recursos genéticos marinos.
5. Reformar los derechos de voto en órganos como la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos para poner fin a los intereses creados que socavan el enfoque de precaución.
6. Cumplimiento de las normas existentes sobre áreas marinas protegidas (AMP). Acordar que para 2030 al menos el 30% del océano se encuentre dentro de áreas marinas protegidas, con el 70% restante gestionado de forma sostenible y preventiva, y plantear llegar al 50% de protección de los océanos y mares en el futuro cercano. Implementar una prohibición del dragado en ecosistemas marinos vulnerables (EMV) y en todas las áreas marinas protegidas (AMP).
7. Poner fin a la sobrepesca y a las prácticas destructivas, incluida la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR). Prohibición de las subvenciones a la pesca de alto impacto ambiental e integrar el clima en las políticas pesqueras.
8. Reducir radicalmente la contaminación de las aguas marinas, incluidos la originada en los fertilizantes nitrogenados y las aguas residuales, controlando los vertidos tanto terrestres como marinos. Negociar un acuerdo global de plásticos para reducir o eliminar plásticos innecesarios y establecer límites globales para la producción de plástico virgen.
9. Proporcionar un mecanismo de financiación para la gestión y protección de los océanos; y gravar las actividades no sostenibles para eliminar los costos de los bienes comunes mundiales y financiar la innovación y la adaptación.
10. Ampliar la investigación científica sobre los océanos y aumentar la transparencia y el acceso a los datos oceanográficos procedentes de todas las fuentes (ciencia, gobiernos, industria), en el contexto del Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, especialmente en relación con la absorción y liberación de calor. del mar a la atmósfera y en general sobre las consecuencias del calentamiento global.
11. Apoyar campañas de información pública para sensibilizar a todos los sectores sociales sobre los importantes vínculos entre el océano, el cambio climático, la biodiversidad y su inmenso valor para la salud y el bienestar humanos.